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Los efectos de esta enfermedad, entre ellos una pérdida progresiva de la memoria, pueden aliviarse con algunos recursos.

La enfermedad de Alzheimer (EA) se caracteriza por la pérdida progresiva de la memoria y el deterioro de las funciones cognitivas (juicio y lenguaje). En el cerebro de la persona con esta enfermedad se encuentran lesiones características que son las responsables de los síntomas clínicos (los ovillos neurofibrilares y las placas amiloides). Hasta el momento no hay ningún fármaco que pueda detener el proceso de evolución de la enfermedad. La EA tiene dos formas de aparición a) genética (mutación en los cromosomas 21, 14, 1) y b) esporádica. A más de 100 años aún desconocemos qué desencadena el desarrollo de la EA esporádica. De allí que el foco de atención sea la prevención. El estilo de vida es lo que podremos modificar para disminuir la velocidad de deterioro de la enfermedad. Hasta el momento no se han podido desarrollar fármacos efectivos que puedan detener el proceso neurodegenerativo del cerebro de la persona que la sufre. Alrededor de este hecho, ha surgido el desarrollo de productos "milagrosos" que, lejos de ayudar, generan efectos adversos. Tal es el caso del uso de aceites de coco, la utilización de células madre, el uso de la cannabis, los cuales –hasta el momento– no han mostrado capacidad, por lo menos, de modificar el curso de la enfermedad. Por lo tanto, hay que poner atención y no caer en tratamientos que, inclusive, pondrían en un gran riesgo la vida del paciente.

 

 

Factores de riesgo para la enfermedad de Alzheimer

Dentro de los factores de riesgo para la enfermedad que ha sugerido una la comisión Lancet (comisión de expertos mundiales) en el año 2020, se detallaron 13. El factor genético no es prevenible y representa el 5 % de los casos. Los 12 factores siguientes (obesidad, sedentarismo, poca actividad cerebral, alcoholismo, drogadicción, diabetes, estrés, etc.) son todos factores que podemos modificar a través de cambios en nuestro estilo de vida, favoreciendo conductas de autocuidado, con lo cual se reduce hasta en un 40 % la probabilidad de desarrollar EA.

 

Factores de estilo de vida que se pueden modificar

Este autocuidado está enfocado principalmente en la buena alimentación. Entre los puntos destacados: consumir principalmente alimentos ricos en antioxidantes (verduras, pescado, frutos rojos), disminuir el consumo de azúcar y grasas que incrementan el colesterol dañino. También se debe de incorporar algunas especias como la cúrcuma. Estas acciones simples mantendrán sanas las neuronas. La formación de nuevas neuronas (neurogénesis) en el cerebro se asocia a la actividad física aeróbica, la cual favorece un estado de relajación que disminuye el estrés del día a día. Así como generamos la formación de nuevas neuronas, debemos hacer que estas neuronas maduren. Esta maduración neuronal podemos llevarla a cabo por medio de las actividades manuales como la pintura, escultura, tejer, tocar un instrumento musical, entre otras. Es de gran importancia incluir malabares en las rutinas manuales diarias, ya que esta actividad puede presentar efectos benéficos en muy corto tiempo, favoreciendo la conectividad neuronal, que va asociada a lo que se llama plasticidad neuronal. La plasticidad neuronal se enfoca en la gimnasia cerebral (desarrollar problemas matemáticos, jugar ajedrez, resolver juegos de destreza mental, aprender nuevos idiomas, entre otros). Con estos cambios de actividades se logra reducir el factor de riesgo para desarrollar la EA. Sin embargo, estas actividades también son aplicables a las personas que ya tienen establecida tempranamente la enfermedad, lo cual se traducirá en una disminución en la velocidad del deterioro cognitivo y las mantendrá por más tiempo independientes. En estos pacientes también es muy importante conservar la socialización, ya que ella favorece un estímulo neuronal constante. Otros factores a controlar son: el consumo de alcohol; protegernos de traumas craneoencefálicos; mantener un adecuado seguimiento de la hipertensión y la diabetes, si las padecemos; evitar fumar, y atender los cuadros depresivos tempranamente. En resumen, todos estos factores se concentran en mejorar nuestra calidad de vida tanto física, como mental, cognitiva y socialmente; lo cual favorece el que estemos motivados y tener menos probabilidad de cursar cuadros depresivos; sentir que tenemos roles de importancia en nuestra propia vida y en la de otros. En este último caso, lo que hemos llamado “sentido de vida” mejora, sin duda, la propositividad frente a la existencia. Insertarse en actividades de ayuda social, por ejemplo, es un buen motivo para mejorar nuestro sentido de vida y con ello mejorar la prevención del deterioro cognitivo. También ayuda que tengamos pequeños y grandes proyectos que le den sentido al trabajo diario. Como conclusión podemos decir: “Ayúdanos a ayudarte”. 

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