¿Sabía que el cerebro es el órgano más plástico del cuerpo? Descubra cómo evoluciona y se adapta este fascinante instrumento.

Al nacer, tan sólo el 10% de las sinapsis está presente, el 90% restante se construirá más adelante. Ahora bien, para su desarrollo, el cerebro necesita estímulos que le permitirán establecer las redes neuronales encargadas de asegurar las grandes funciones sensoriales, motrices y cognitivas. Se trata de un proceso que el ambiente acciona, un ambiente a la vez interno, condicionado especialmente por efecto de las hormonas, por el estado nutricional o, incluso por las enfermedades, y externo, moldeado por las influencias familiares, sociales y culturales... Éstas últimas van, entonces, a orientar el desarrollo de algunas aptitudes en el niño y contribuirán a forjar los rasgos de la personalidad.

La plasticidad es la propiedad del cerebro que posibilita la adaptación de acuerdo con la experiencia vivida. Gracias al IRM, se puede, en lo sucesivo, «ver» el cerebro modificarse en función del aprendizaje. Entre los pianistas, por ejemplo, se observa un espesamiento de las regiones especializadas en la motricidad de los dedos, en la audición y en la visión. Estos cambios son proporcionales al tiempo consagrado a aprender piano durante la infancia.

¡No se acaba todo antes de los tres años!

Asimismo, la plasticidad del cerebro trabaja toda la vida adulta. Es la que permite adquirir nuevos talentos, cambiar hábitos o aún, elegir distintos rumbos de vida. Un hermoso ejemplo se observó durante un experimento en el que unos investigadores pidieron a algunos individuos que aprendieran malabarismo con tres bolas; después de dos meses de práctica, el IRM demostró un espesamiento en las áreas especializadas en la vista y en la coordinación de brazos y manos. Unos meses después, el mismo estudio reveló que estas zonas sufrieron un retroceso en los participantes que habían dejado de entrenarse.

Estos resultados demostraron, de manera fehaciente, cómo la historia vivida modifica el funcionamiento cerebral. Por eso, el niño debe ser estimulado por su entorno. Si falta la estimulación, el desarrollo de la personalidad es, a menudo, deficiente. En el curso de la vida adulta, la plasticidad del cerebro nos permite aprender, razonar, proyectar. Ya que nada está fijo en el cerebro, no importa cuáles sean los períodos de la vida. La mejor forma de preservar la plasticidad es interactuar con su ambiente, abrirse al mundo, intercambiar y aprender, con los otros y gracias a ellos. De hecho, es suficiente amar la vida. 

Los mecanismos de la plasticidad

En el medio celular, muchos mecanismos entran en juego para lograr la plasticidad del cerebro.  El más conocido es el refuerzo de las conexiones, las sinapsis, entre las neuronas en función de su grado de uso. Cuanto más se las utiliza, más neurotransmisores sintetizan y más elevada es la corriente que crean en la membrana de las dendritas (la parte de la neurona que recibe el impulso). Por el contrario, las sinapsis que no se usaron nunca se marchitan poco a poco, al punto de desaparecer.

El segundo mecanismo es la formación de nuevas sinapsis. Durante el aprendizaje, la extremidad de los axones brota y permite que nazcan nuevas ramificaciones que entrarán en contacto con las dendritas de la neurona siguiente. Se forman nuevas redes, que se mantendrán si se emplean con asiduidad. Cuanto más estimulado esté el cerebro, más conexiones se formarán.

En fin, descubrimientos recientes demuestran que se pueden formar nuevas neuronas en un cerebro adulto. Esto cuestiona un antiguo dogma que afirmaba que el total almacenado de neuronas se formaba durante la vida embrionaria y que las neuronas comenzaban a perderse desde el nacimiento. En la actualidad, se sabe que esto es falso, ya que numerosas regiones del cerebro, en especial el hipocampo relacionado con la formación de los recuerdos, pueden producir nuevas neuronas hasta una edad avanzada (se denomina neurogénesis), que se insertarán en las redes que ya existen formando nuevas conexiones.

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