Descubra a qué se deben las diferencias en la expresión de las emociones por parte de las mujeres y de los hombres.

Hombres y mujeres sienten las mismas emociones, pero ellos no las expresan de la misma manera. Las mujeres hablan con mayor facilidad, al contrario de los hombres que entran en acción con más rapidez. Pero esto es sólo una cuestión de educación y de estereotipos socioculturales.

Esta observación se encuentra en estudios comparativos del funcionamiento del cerebro de hombres y de mujeres cuando hablan, calculan o ejercitan su memoria. De hecho, en cuanto se dispone de una cantidad suficientemente alta de individuos, las diferencias entre sujetos del mismo sexo prevalecen sobre las diferencias entre los sexos, que, al final, se encuentran borradas.

En el animal, la acción de las hormonas sobre el cerebro induce comportamientos de apareamiento asociados a los períodos de ovulación de la hembra. Sexualidad y reproducción van a la par. El ser humano escapa a este determinismo. El funcionamiento de los órganos sexuales está, por cierto, ligado a las hormonas, pero no el momento de los encuentros ni la elección de pareja. En cuanto a la función de las hormonas sexuales, no existe ningún estudio científico que demuestre la relación de causa y efecto entre las tasas de hormonas y las variaciones de nuestros estados de ánimo, fuera de los períodos de cambios fisiológicos más importantes (embarazo, menopausia) o de enfermedades hormonales.

El cerebro se educa

Si podemos escapar a la ley de las hormonas es gracias al desarrollo excepcional de nuestro córtex cerebral, que supervisa todas nuestras conductas incluso nuestros instintos fundamentales: hambre, sed y reproducción. Las hormonas pueden participar, pero no tienen un papel preponderante. Los comportamientos femeninos y masculinos evidencian ante todo construcciones mentales unidas a la historia personal de cada uno y a la marca cultural de la sociedad que forja nuestras identidades de mujeres y de hombres.

Si además, las limitaciones biológicas tienen una función importante en las conductas de unos y de otros, deberían esperarse rasgos inamovibles comunes a todas las poblaciones, no importa cuales fueran las civilizaciones. No es el caso en absoluto. Así se ubique en una escala individual o colectiva, no aparece una ley universal que guíe nuestras conductas. La regla general es la de la diversidad cultural, que es posible debido a las formidables propiedades de plasticidad del cerebro humano.

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