De acuerdo con las habilidades que posea, su inteligencia puede clasificarse de diferentes maneras. ¿Puede identificar la suya?

¿Es especialista o generalista?

Algunas personas parecen, en extremo, sabias e idóneas en un ámbito al que consagran toda su energía, pero desprovistos en otros que, sin embargo, pertenecen a la cultura general. Un especialista puede resolver brillantemente un problema jurídico que exige un conocimiento muy concreto, analizar con sagacidad un hecho histórico y ser ignorante en otros temas, como el deporte, la economía o el arte.

El generalista navega entre varios campos para satisfacer su curiosidad; acumula conocimientos variados. Puede servirle para tener una visión completa de los problemas para evaluar todos los parámetros de una situación. Pero a veces corre el riesgo de acaparar sabiduría superficial, poco práctica.

Estas dos semblanzas son, como es natural, caricaturescas: no somos ni uno ni otro, pero con seguridad, un poco más uno que otro. Además, la sociedad necesita «especialistas generalistas» capaces de resolver problemas complejos, que necesitan una visión de conjunto sobre numerosos parámetros (por ejemplo, perfeccionar un producto nuevo teniendo en cuenta sus repercusiones ecológicas o anticipando su difusión en países culturalmente diferentes).

Como en muchas ocasiones, el ideal es un buen equilibrio entre estas dos tendencias.

El perfeccionista

Se trata de un poderoso motor para el éxito, siempre y cuando la exigencia que nos impulsa a hacerlo mejor no se transforme en contraproducente. Un perfeccionista abierto acepta progresar poco a poco y experimenta una verdadera sensación de placer ante el trabajo bien hecho. Obtiene enseñanzas constructivas de sus errores, sin hacerse problema por esto. Un perfeccionista neurótico, por el contrario, puede estancarse durante horas para alcanzar una perfección imposible o inútil. Nunca está contento de sí mismo, no puede delegar, se encuentra molesto antes que satisfecho y no acepta equivocarse. Tan sólo nuestras emociones pueden enseñarnos el umbral que no debemos sobrepasar, el momento en que es tiempo de soltar las riendas antes de hundirse en la frustración y no poder avanzar más.

Cuando perseverancia rima con motivación

Un esfuerzo que resulte tanto más denodado, impuesto, sentido como una fuente de problemas será poco positivo. En cambio, el esfuerzo que tenga una razón de ser añade un placer y una satisfacción que engendran el deseo de perseverar, de descubrir más y de superarse. Este mecanismo incita a aprender un idioma extranjero, a conquistar una cima, a investigar sobre un escritor que nos gusta, a pasar horas de ensayo con los compases de una partitura sólo por unos escasos momentos de plenitud. De este modo, más aún que el CI, la motivación, la ambición y la voluntad de sobreponerse son los factores más importantes del éxito.

El ingenioso

La historia de Pulgarcito y sus guijarros blancos ilustra bien lo que representa el ingenio, aunque el héroe cometa a continuación un error. Arrojado a las trincheras, el hombre puede desplegar tesoros de innovación y de adaptación para optimizar sus recursos, no importa cuán pequeños sean, y encontrar una solución astuta. El ingenio, esa gestión eficaz de las limitaciones de la vida diaria, nace de la unión de la creación con el genio técnico. Puesto al servicio de un objetivo o de un proyecto, es la fuente esencial de los inventores y de los vanguardistas.

El misterio de la intuición

¿Por qué decimos, muchas veces, que la primera impresión es la mejor? ¿Por qué a veces tenemos la sensación de saber pero sin saber por qué? Aparte de la reflexión lógica y razonada, una parte de nuestro cerebro parece capaz de sacar conclusiones pertinentes con un mínimo de información. Los investigadores denominan «adaptación inconsciente» a esta capacidad del cerebro para intervenir en la superficie de la conciencia, sin pasar por los circuitos racionales. Todo ocurre como si en el transcurso del tiempo el cerebro registrara los datos de las experiencias pasadas para capturar patrones de comportamiento que reactivará en algunas circunstancias. Por consiguiente, nuestro inconsciente puede en ciertos momentos filtrar y eliminar el exceso de informaciones para reaccionar con eficacia en una fracción de segundo. El cerebro va derecho hacia el objetivo, sin comunicarnos los pasos que siguió. Si algunas personas están más atentas a sus intuiciones que otras, es probable que las decisiones más pertinentes reposen en un justo equilibrio entre pensamiento deliberado y pensamiento instintivo.

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