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Muchas veces, el miedo a envejecer se relaciona con el miedo a lo desconocido.

La mayoría de nosotros puede lidiar con el hecho de aprender más lentamente a medida que pasa el tiempo o con tener que apagar la televisión mientras intentamos leer. Nuestro verdadero temor es que los pequeños tropiezos del cerebro o “lapsus de memoria” que todos experimentamos sean los primeros síntomas del Alzheimer o de otra forma de demencia. La cultura popular agrava este temor, al crear una caricatura de la persona mayor confundida. Como en una profecía autocumplida, es fácil que lleguemos a pensar que envejecer es equivalente a un deterioro de la memoria y que luego nos alarmemos cuando no recordemos dónde pusimos los lentes. Este tipo de preocupación puede ser peor que el olvido mismo. Es tiempo de repasar la realidad: solo alrededor del 5% de los hombres y mujeres de entre 65 y 74 años padecen Alzheimer. Este porcentaje aumenta después de los 75 años, pero ahora tenemos a nuestro alcance los medios para disminuir o detener el avance de la demencia. 

Qué es exactamente la demencia

Veamos cuál es el significado exacto de “demencia”. Para empezar, la demencia no necesariamente tiene que ver con ser viejo. De hecho, los científicos ya no usan la palabra “senil” para describir el deterioro de la memoria, porque la raíz de la palabra literalmente se refiere a la edad avanzada. En lugar de eso, los expertos han dividido el deterioro mental en tres amplias categorías: problemas de memoria asociados con la edad, demencia cognitiva leve y demencia. Esos malditos tropiezos del cerebro. La expresión ‘problemas de memoria asociados con la edad’ describe el estado normal de tener breves “lapsus de memoria”, cuando la memoria de corto plazo se debilita y… se acorta. A los 60 años, cerca del 40% de nosotros habrá experimentado este problema. ¿Qué lo causa? Como mencionamos antes, las neuronas se encogen y desaparecen, esto disminuye el número de puntos de contacto sinápticos, esas importantísimas conexiones de neuronas. También producimos menos cantidad de químicos cerebrales llamados “neurotransmisores”, que permiten que se logre la comunicación en el cerebro, y menor cantidad de hormonas que sostienen el saludable funcionamiento cerebral. El flujo sanguíneo se reduce en todas las zonas del cerebro, pero sobre todo en la corteza frontal, donde residen nuestras capacidades de pensar, planificar y hablar. Vale la pena repetirlo: esto es algo normal cuando uno envejece, al igual que ese leve dolor que siente en las rodillas porque las articulaciones no son tan fuertes como cuando tenía 20 años. Estos cambios cerebrales relacionados con la edad explican por qué olvidamos una cita o tenemos dificultad para dar con la palabra justa durante una conversación. Todo es parte del desgaste natural de la edad y puede ser compensado.  

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