Año nuevo Año nuevo

Muchas veces, el cierre de un año viene acompañado de síntomas físicos como expresión del estrés.

Así, sentir dolor de cabeza, fatiga, aumento en la tensión muscular, problemas al dormir, bruxismo nocturno y, en casos extremos, bruxismo diurno, son síntomas que pueden detectarse más frecuentemente en este período. Lo más común es analizar este escenario desde la perspectiva emocional o relativa a la salud mental, pero ¿cómo se vincula esto a nuestro estado muscular? La relación es muy estrecha pues, a medida que pasa el año, nos sometemos a situaciones que elevan los niveles de cortisol, conocida como la hormona del estrés. Si se da en momentos puntuales, eso no es problemático; sin embargo, si se mantiene por períodos prolongados, si lo es, pues deriva en trastornos físicos y mentales y, al mismo tiempo, impacta negativamente nuestra musculatura, bloqueando su desarrollo y recuperación. Explicado de otro modo: el cortisol aumenta en nuestro sistema cuando nos enfrentamos a un peligro o a un “estresor”, y tenemos una reacción de alerta ante este acontecimiento con varias respuestas fisiológicas, entre ellas, el aumento de la tensión muscular para poder “huir de la amenaza”. No obstante, estar estresados de manera crónica hace que el nivel de cortisol aumente de forma permanente y tengamos esa tensión de forma prolongada en el tiempo, lo cual deriva en dolor y sensación de fatiga. En definitiva, el estrés afecta nuestro cuerpo y no es difícil darse cuenta. Tensamos más los músculos de la mandíbula y también los faciales, del cuello y la espalda, derivando en malestar, contracturas e, incluso, lesiones. Conviene detenernos en este punto para definir qué es la tensión muscular. Esta refiere a la disminución de la flexibilidad originada por una contracción mantenida en el tiempo, causando dolor debido a que disminuye la longitud muscular. Es ese acortamiento el que deriva en rigidez y pesadez, disminución del movimiento y compensaciones de los otros segmentos con las consecuentes dolencias asociadas.

¿Cómo aliviarlo la tensión por estrés?

Aplicando calor en la zona, realizando masoterapia y practicando elongación para mejorar la flexibilidad. Pero, más allá de esas medidas reactivas, ¿cómo limitar el estrés y la tensión muscular, y así evitar así estas consecuencias nocivas? Son varios los consejos que se pueden enunciar en este sentido. Conviene siempre partir por lo más básico: gestionar correctamente nuestro tiempo. Debemos velar por- que los momentos de trabajo sean productivos para contar así con las necesarias horas de distracción que nos permitan mantener el equilibrio. Junto con eso, es crucial cuidar el buen dormir. Asimismo, meditar o realizar prácticas conscientes de relajación son excelentes medidas. Y, por supuesto, hacer ejercicio, al menos 150 minutos por semana, de intensidad moderada. La razón es muy simple: al hacerlo nuestro cuerpo produce endorfinas, el neurotransmisor directamente asociado con la felicidad. En la vereda contraria encontramos el sedentarismo, decretado en 1994 por la OMS como un problema de salud. Así, una vida sin actividad física mezclada con un alto estrés, implica efectos fisiológicos nocivos como son el aumento de peso, hipertensión arterial, estado de fatiga, disminución de la flexibilidad muscular y el ya comentado aumento de tensión, que genera dolor, además de problemas de salud mental.

 

¿Cómo aliviar la tensión muscular?

• Aplicar calor en la zona.

• Realizar masoterapia.

Elongar para mejorar la flexibilidad.

• Hacer actividad física permanente. 

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