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Un producto químico que se emplea en varias aplicaciones industriales podría relacionarse con el incremento del Parkinson.

Una sustancia química común y ampliamente utilizada puede estar alimentando el aumento de la afección cerebral de más rápido crecimiento en el mundo: la enfermedad de Parkinson. Durante los últimos 100 años, el tricloroetileno (TCE) se ha utilizado para descafeinar el café, desengrasar metales y limpiar la ropa en seco. La hipótesis apareció en el Journal of Parkinson's Disease, en abril, por parte de un equipo internacional de investigadores –incluyendo a los neurólogos del Centro Médico de la Universidad de Rochester (URMC, por sus siglas en inglés) Ray Dorsey, Ruth Schneider y Karl Kieburtz. Omnipresente y muy extendido El TCE fue un disolvente muy utilizado en numerosas aplicaciones in- dustriales, médicas, militares y de consumo, por ejemplo, para elimi- nar pintura, corregir errores tipográfi cos, limpiar motores y anestesiar a pacientes. Su uso en EE.UU. alcanzó su punto álgido en la década de 1970, cuando se fabricaban anualmente más de 272 millones de kilos de esta sustancia química. Unos 10 millones de estadounidenses trabajaban con este producto químico u otros disolventes industriales similares. Aunque su uso doméstico ha disminuido desde entonces, el TCE se sigue utilizando en Estados Unidos para desengrasar metales y para la limpieza en seco. El TCE contamina innumerables lugares de todo ese país. Por mencionar solo una zona, quince de estos lugares se encuentran en el Silicon Valley de California, donde se utilizaban estos productos químicos para limpiar componentes electrónicos y chips informáticos. El TCE se encuentra en numerosas bases militares. En algunas de ellas, las personas estuvieron expuestas a niveles de TCE en el agua potable hasta 280 veces mayores que los niveles considerados seguros.

 

TCE y enfermedad de Parkinson

La conexión entre el TCE y el párkinson se insinuó por primera vez en estudios de casos hace más de 50 años. En los años transcurridos desde entonces, las investigaciones en ratones y ratas han demostrado que el TCE penetra fácilmente en el cerebro y los tejidos corporales y que, en dosis elevadas, daña las mitocondrias, las partes de las células que producen energía. En estudios con animales, el TCE provoca la pérdida selectiva de células nerviosas productoras de dopamina, un rasgo distintivo de la enfermedad de Parkinson en los seres humanos. Las personas que trabajan directamente con el químico tienen un riesgo elevado de desarrollar párkinson. El volátil TCE puede evaporarse fácilmente y entrar en los hogares, es- cuelas y lugares de trabajo, a menudo sin ser detectado. En la actualidad, es probable que esta intrusión por vía de vapores exponga al aire interior tóxico a millones de personas que viven, estudian y trabajan cerca de antiguas instalaciones industriales, militares y de limpieza en seco.

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