Pandemia Pandemia

Entre los aspectos positivos de la pandemia que aún atravesamos, debería contarse el evitar repetir la historia.

Fuente: Salud a Diario

¿Es posible prepararse para una pandemia? En nuestra época, por supuesto. El problema es que políticos, empresas y la gente misma no valoran lo que puede evitar catástrofes, sino lo que las soluciona. Ese defecto ha sido casi fatal para nuestra especie a lo largo de su historia. De hecho, muchas civilizaciones sucumbieron debido a esta dificultad para valorar la preparación. En el caso de los nuevos patógenos que nos enferman, hay una opción muy simple: evitar que aparezcan. ¿De qué manera? La científica Felicia Keesing lo tiene claro: “Existe un mito persistente de que las áreas silvestres con altos niveles de biodiversidad son focos de enfermedades”. Tal idea se basa en el prejuicio de que “más diversidad animal debe equivaler a más patógenos peligrosos”, afirma esta investigadora del Cary Institute of Ecosystem Studies. No es así. “Esto, afirma la investigadora, resulta ser incorrecto: la biodiversidad no es una amenaza para nosotros; en realidad, nos protege de las especies con más probabilidades de enfermarnos”. Sucede que las especies animales difieren en su capacidad para transmitir patógenos que nos enferman. Rick Ostfeld, ecologista de enfermedades en el Instituto Cary y coautor de una investigación al respecto, lo explica: “Las especies que prosperan en paisajes desarrollados (por los seres humanos) y degradados, a menudo son mucho más eficientes para albergar patógenos y transmitirlos a las personas. En paisajes menos perturbados, con más diversidad animal, estos reservorios de riesgo son menos abundantes. La biodiversidad tiene un efecto protector”. 

Cuanto más grandes sean los animales, mejor

Keesing y Ostfeld señalan que “es mucho más probable que el próximo patógeno emergente provenga de una rata que de un rinoceronte”, debido a que los animales con “vidas rápidas” tienden a ser más eficientes en la transmisión de patógenos. “Los animales que viven rápido, mueren jóvenes y tienen una madurez sexual temprana con mucha descendencia tienden a invertir menos en sus respuestas inmunitarias adaptativas. A menudo son mejores para transmitir enfermedades, en comparación con los animales de vida más larga con una inmunidad adaptativa (sistema inmune) más fuerte”, detalla Keesing. Así, cuando se pierde la biodiversidad, las especies de cuerpos más grandes y vidas longevas tienden a desaparecer primero, mientras que las especies de cuerpos más pequeños con historias de vida rápidas tienden a proliferar. La investigación ha encontrado que es menos probable que los mamíferos hospedadores de virus zoonóticos sean especies de interés para la conservación (es decir, son animales más comunes), y que tanto para los mamíferos como para las aves, el desarrollo humano tiende a aumentar la abundancia de especies hospedadoras zoonóticas, lo que coloca a las personas, animales domésticos y estos animales más juntos. Por ello, Keesing concluye que, “a medida que reconstruimos nuestras comunidades después del COVID-19, debemos tener firmemente que una de nuestras mejores estrategias para prevenir futuras pandemias es proteger, preservar y restaurar la biodiversidad”. 

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