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Investigaciones revelan que las parejas terminan por compartir todo: desde hábitos saludables hasta otros no tan sanos.


Fuente: Salud a Diario

El viejo lugar común de la “media naranja” hace ya mucho tiempo que está superado. De hecho, la recomendación actual, a nivel de bienestar psicológico y autopercepción, es tratar de ser una naranja o limón enteros antes de buscar pareja con… una manzana o una pera. Nadie completa a nadie. No obstante, muchos no han dejado de notar un hecho intrigante: las parejas de larga data tienden a parecerse físicamente en muchos aspectos llamativos. Ahora, una investigación dio un paso más. Resulta que la salud misma de los miembros de una pareja está sorprendentemente entrelazada. Y ello ocurre más allá de la sociedad o cultura en que vivan los cónyuges. Al menos, así se desprende de un estudio de cohorte reciente que analizó los matrimonios holandeses y japoneses. El estudio descubrió que las parejas tienen un alto grado de similitud no solo en los hábitos de estilo de vida, como ya se decía, sino también en la forma del cuerpo, la presión arterial e incluso en la incidencia de algunas enfermedades. A la larga, las parejas llegan a compartir hábitos como fumar o beber, así como peso, circunferencia abdominal e índice de masa corporal. Por ende, también enfermedades.

 

Parejas con parecidos previos y no tanto


Cuando se trata de matrimonio, el adagio “los pájaros del mismo plumaje vuelan juntos” es relativamente cierto. Estudios anteriores han indicado que gravitamos hacia personas de clase social, antecedentes educativos, raza y peso similares. El nombre científico de esto es apareamiento asertivo, y significa que los cónyuges suelen ser genéticamente similares. Esto permite a los investigadores explorar los factores ambientales con mayor detalle. En este caso, los investigadores examinaron 5.391 parejas de Japón y 28.265 de los Países Bajos, basándose en datos del Proyecto Tohoku Medical Megabank y del estudio Lifelines en los Países Bajos. Las parejas en ambos países compartían hábitos de vida y rasgos físicos similares, como fumar, beber, peso, circunferencia abdominal e índice de masa corporal. Cuando los investigadores profundizaron en los datos, determinaron que las parejas tenían niveles correspondientes de presión arterial, colesterol y triglicéridos. Además, también se encontraron incidentes relacionados de hipertensión, diabetes y síndrome metabólico. Es importante destacar que muchas de las correlaciones se dieron entre parejas con baja similitud genética y alta similitud en el estilo de vida, lo que sugiere la importancia de elecciones saludables. No se trata ni de un destino ni de algo inevitable. Es por ello que los investigadores sugieren fomentar la orientación sanitaria para las parejas y una buena dosis de competencia entre las mismas parejas, para que se animen mutuamente a mejorar su salud, en particular contra las enfermedades determinadas por el estilo de vida y el entorno. Entonces, la próxima vez que vaya a hacerse un chequeo, ¿por qué no llevar a su pareja? Mejor aún, desafíela a ir caminando juntos hasta la clínica o el centro de estudios.

 

 

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