Castigo o recompensa Castigo o recompensa

Al cumplir cinco años, los niños pueden incorporar hábitos, por eso, es crucial la forma en que abordamos su crianza.

Recordemos siempre que sin estímulo no hay motivación para el esfuerzo, y el mejor estímulo para los niños es la atención de los adultos que los quieren y los cuidan. Sin darnos cuenta, habitualmente respondemos más a lo que hacen mal que a lo que hacen bien. ¡Eso es lo que tenemos que modificar! Debemos asegurarnos de que reciban atención por lo que hacen bien.

Cómo hacer que los niños incorporen hábitos positivos

Cuando querramos que incorporen un comportamiento favorable que a ellos no los entusiasma, tendremos que inventar una buena estrategia para lograrlo en un clima agradable.

Cuando el niño o la niña ya puede entenderlo, suele ser muy útil hacer un cuadro en una hoja, donde se hará una marca cada vez que cumpla con el hábito que le estamos enseñando. Al mismo tiempo lo vamos a felicitar y a demostrarle nuestra alegría por el logro. Él también se pondrá contento. A veces eso es suficiente estímulo; otras podemos establecer algún privilegio por cierta cantidad de marcas positivas. Puede ser un paseo extra, doble cuento de noche u otra actividad que él o ella valore.

El uso inteligente de las recompensas: sus beneficios

Si bien la mejor recompensa es la atención de los adultos, hay otros tipos de premios «concretos» que a veces podemos utilizar: actividades o privilegios especiales como un paseo, un rato más de dibujitos. Muchas veces es útil y necesario anunciarles la obtención de una recompensa por cumplir lo que se les pide, a fin de aumentar la motivación por hacer y mantener un esfuerzo. Esto no solo permite hacer el esfuerzo, sino que también enseña la relación que existe entre lo que hacemos y lo que conseguimos. Que sepan que es posible «trabajar» por lo que quieren es un buen aprendizaje.

Lo importante es que la recompensa concreta, cuando exista, se sume al estímulo afectivo y no que lo reemplace. Si premiamos un logro con un pequeño objeto, lo vamos a hacer con una significativa muestra de aprobación y afecto, así como con felicitaciones por el esfuerzo. También estimularemos que desarrolle lo más importante: la capacidad de reconocer sus propios logros. Podemos decirle: «¿No te sentís muy bien por haberlo logrado?».

 

Para que una recompensa funcione

No cualquier recompensa funcionará como un estímulo positivo, sobre todo cuando se le ofrece al niño de cualquier manera y en cualquier momento. Para conseguir el efecto deseado debe cumplir algunas condiciones:

1. Tiene que ser algo realmente valorado o deseado por el niño o la niña. Recordemos que el estímulo debe funcionar como la motivación necesaria para que un niño haga algo que le cuesta esfuerzo o que no tiene ganas de hacer.

2. No es importante su valor económico ni cuánto nos guste a nosotros, sino que sea un verdadero premio a los ojos de él o ella.

3. Lo que funciona para un niño puede que no sirva para otro, por lo cual debemos asegurarnos de que conocemos bien qué cosa serviría para cada uno.

4. Es importante también que ese estímulo sea algo que no pueda conseguir de otra manera. De nada serviría utilizar un cuento como estímulo si más tarde la abuela se lo leerá de todos modos.

5. Conviene que el niño reciba lo antes posible la recompensa por el comportamiento que queremos estimular. Si utilizamos el mismo estímulo una y otra vez, llegará un momento en el cual el niño perderá el interés por él y dejará de motivarlo. Es importante ir variando los estímulos para que sigan teniendo el efecto que buscamos.

¿Dar premios a los niños es chantajear?

El chantaje es la presión violenta sobre alguien para que haga algo en nuestro beneficio. Lo que proponemos con el uso de recompensas es estimular comportamientos favorables para el desarrollo del niño. Utilizamos las leyes que regulan el aprendizaje para que el niño incorpore comportamientos que harán más fácil y feliz su vida.

 ¿Por qué premiar algo que debería hacer de todos modos?

El objetivo es que los pequeños incorporen buenos hábitos y costumbres que aún no tienen pero que deben aprender. Algunas veces este aprendizaje es fácil, otras veces no tanto.

Estimular la práctica de hábitos saludables es la mejor manera de favorecer su aprendizaje. La recompensa es solo un incentivo para hacer el esfuerzo de postergar un placer inmediato y ajustarse a una norma. Además, siempre es bienvenido el estímulo como reconocimiento por lo que se hace bien, ¡no importa si era una «obligación» o no!

 Las recompensas pueden ser peligrosas cuando:

- Se pone el acento en lo material.

- Se aplican de manera incongruente y el premio aparece o desaparece según el humor de quien lo ofrece y no de acuerdo con el comportamiento pactado.

- Es el niño o la niña quien pretende dirigir el plan: «Si me comprás tal cosa, entonces me lavo los dientes».

Si pasa esto, hay algo que no está funcionando bien. Cuando pasan estas cosas, y hasta que esté bien claro cuál ha sido el error de aplicación del método, será necesario interrumpir el otorgamiento de estímulos concretos. Con calma y firmeza le explicaremos por qué. Podemos decirle: «Entendiste mal: lo que hay que hacer se hace porque hay que hacerlo. Si a veces te premio por ello, es como un festejo, pero no una obligación. Así que por, el momento, vamos a suspender los premios, hasta que entiendas bien qué es lo que importa».

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