Criar
hijos puede ser abrumador, por eso, siempre conviene tener el foco en lo que
considera prioritario.
Fuente:
Empowering Parents
1. Decida qué quiere trabajar primero en la crianza
A
menudo, los padres no saben por dónde comenzar. Pero es simple: hay que comenzar
por aquellas cosas que pueden poner en riesgo a su hijo. Es decir, las conductas
que son peligrosas para el cuerpo o las emociones de su hijo o de otros, ya
sea que su hijo dañe físicamente a otro, que rompa cosas o que quede expuesto a
situaciones riesgosas fuera de casa. Si quiere cambiar todo a la vez, la
decepción será muy grande. No solo es una tarea imposible, sino que generará
distancia entre su hijo y usted. Los padres deben abordar aquellas cuestiones
que atentan contra sus valores y estándares morales, y que son riesgosas
tanto para su hijo como para otros. Comience por allí. Identifique con exactitud
lo que desea cambiar Es útil para los padres descomponer las conductas de
sus hijos en diferentes piezas y trabajar en ellas de a una por vez.
Entonces, si su hijo lo insulta, corre furioso a su habitación y cierra la
puerta de un golpe, comience por aquella conducta que más desee cambiar. Cuando
hable con él, separe las partes del problema. Comience por: “No insultes. Eso
no ayuda a resolver el problema y me ofende. ¿Qué te parece que podrías hacer
diferente la próxima vez que algo te enoje?”. Es probable que a su hijo no se
le ocurra nada, pero
ofrézcale algunas sugerencias y permítale elegir una opción. Y luego diga: “De
acuerdo, entonces la próxima vez que te enojes, en lugar de insultar, solo irás
a tu habitación”. Trabaje primero sobre el comportamiento que más desee
cambiar, luego pase al siguiente. No intente abordar todas las cuestiones
en simultáneo.
2. Explique el cambio en la conducta
Si
está decidido a cambiar una respuesta específica ante una conducta, puede resultar
útil sentarse junto a su hijo y explicarle en qué va a consistir dicho cambio.
Cuando las cosas anden bien y todos estén tranquilos, puede decir: “Ah, por
cierto, quería decirte algo. No creo que estar todo el día castigado en tu
habitación cuando decís palabrotas esté funcionando. No parece estar ayudándote
a cambiar ese hábito. Así que, de ahora en adelante, cuando insultes, te
quedarás en tu habitación hasta que puedas das escribir una carta de disculpas.
Y luego, cuando hayas terminado la carta, podés leerla, y conversaremos sobre
eso. Mientras estés en tu habitación, guardaré tu computadora y tu celular para
asegurarme de que puedas concentrarte en tu tarea”. Sea muy claro sobre lo
que hará. Su hijo puede enojarse y sentirse frustrado, pero no permita que
convierta la situación en una discusión. Diga, en cambio: “Entiendo que pueda
resultar frustrante, pero así es como quiero que funcione esta familia”. No
se embarque en discursos; concéntrese en mantener el foco de la conversación
y en hacer observaciones claras y específicas. El artículo de Empowering
Parents subraya que los sermones obstaculizan la comunicación.
3. Aplique consecuencias por los actos
Un
componente importante al educar a nuestros hijos es aprender a marcarles límites.
No podemos hacer que nuestro hijo cambie, pero si usamos la combinación
correcta de consecuencias y motivación, sí podemos, de cierta manera, lograr
que desee cambiar. Recuerde: las consecuencias son un medio, no un fin. Si
encuentra una consecuencia efectiva, continúe usándola. Una consecuencia es
“efectiva” cuando su hijo responde a ella, aunque sea tan solo durante un
breve período. La clave es la siguiente: algún día su hijo cambiará, si no lo
hace por usted, lo hará por su jefe o por su pareja. Con suerte cambiará antes
de quedar atrapado en conductas excesivamente autodestructivas. En cualquier
caso, es usted quien está a cargo ahora, así que hágalo de la mejor manera
posible. Y recuerde: nunca es demasiado tarde.