Sin dudas, el tacto es nuestro gran aliado al percibir la
realidad que nos rodea. Pero ¿cómo se procesan los estímulos táctiles?
El tacto está formado por dos sistemas paralelos. Cada uno posee sus receptores y sus vías anatómicas. Uno procesa las informaciones mecánicas, como la presión, el contacto suave, la vibración, y el otro, la temperatura y el dolor.
Las terminaciones nerviosas y los estímulos táctiles
Gracias a la piel, estamos en contacto directo con
nuestro entorno. Puede prevenirnos de algunos peligros, por ejemplo de las
quemaduras; nos permite compensar algunos sentidos deficientes, debido a
los sensores repartidos por todo el cuerpo, y constituye un vector de
comunicación afectiva con el otro. Alberga diversas clases de receptores
mecánicos y ofrece variadas dinámicas de respuesta. Algunas reaccionan sólo en
forma transitoria, al comienzo del contacto: se siente la presión y la textura
de la ropa al vestirla, luego se olvida. Otras conservan la información
mientras persiste el estímulo. Pero la temperatura o el dolor no se sienten por
medio de los receptores, sino a través de las terminaciones nerviosas libres
ubicadas, para el primer caso, en la piel y, para el segundo, en todo el
cuerpo. Estas terminaciones responden directamente a la temperatura o, si se
trata del dolor, a sustancias particulares liberadas por los tejidos heridos. En
este caso, aún, existen respuestas rápidas, por ejemplo el reflejo de retirada
si hay peligro de quemadura, o persistentes, si es un dolor crónico.
Las sensaciones térmicas y dolorosas
Las neuronas dedicadas a la temperatura y al dolor
sólo llegan hasta la médula espinal. Allí, éstas pasan el relevo a una neurona
secundaria, que cruza (pasa de un lado a otro) inmediatamente antes de volver a
subir por la médula espinal hasta el tálamo. De allí, una tercera neurona
continúa hacia el área somatosensorial primaria o más lejos, porque el dolor
se proyecta hacia varias áreas cerebrales.
Las sensaciones mecánicas
Los axones que componen los nervios periféricos van desde el receptor, zona del cuerpo donde se siente una presión, hasta el bulbo raquídeo por la médula espinal. Un solo y único axón realiza todo el trayecto. En el bulbo raquídeo, el axón pasa el relevo a una segunda neurona, que cruza y remonta al tálamo. Allí, una tercera neurona continúa el camino hasta el área somatosensorial primaria.
El sistema nervioso central y el tacto
En ocasiones, el mensaje debe recorrer un largo trayecto
hasta llegar al cerebro. Los nervios que transportan los avisos sensitivos
hacia el sistema nervioso central van desde la periferia del cuerpo
hasta la médula espinal, luego remontan hasta el tronco cerebral. El hemisferio derecho se ocupa de la parte izquierda del cuerpo y viceversa, porque las vías
nerviosas se cruzan (pasan de un costado al otro). Los nervios encargados de la
información mecánica cumplen la tarea en el bulbo raquídeo, los encargados del
dolor y de la temperatura, en cuanto llegan a la médula espinal.
¿Se perciben sensaciones en un miembro amputado?
La mayoría de las personas que padecieron una amputación
percibe sensaciones que llegan del miembro desaparecido. Por lo general,
este fenómeno de miembro fantasma se disipa con bastante rapidez. No obstante,
para una minoría de amputados, persiste durante años, incluso toda la vida. Su
origen podría situarse en muchas regiones del sistema sensorial o motor, lo que
lo hace difícil de tratar. El dolor se debería a la formación de un desorden
de las fibras nerviosas en el extremo del nervio seccionado, estas fibras
anormales continúan enviando informaciones dolorosas incluso después de la
amputación. La ilusión de sentir el miembro también podría deberse a una
confusión en la interpretación de sensaciones por parte del cerebro: una
persona a la que le amputaron un brazo tendrá la impresión de que le tocan ese
brazo, aun cuando, en realidad, le tocan la mejilla. Esta confusión entre el
miembro desaparecido y la cara se debería a la reorganización del «mapa del cuerpo» presente en la corteza somatosensorial primaria después de la
amputación. Sucede que las, hasta entonces, silenciosas conexiones se activan y
se restablecen entre la parte de la corteza que se dedicaba antes al miembro
desaparecido y una parte cercana, por ejemplo la del rostro. Estas sensaciones
demuestran la plasticidad del cerebro. Comúnmente, este proceso de
reorganización favorece la recuperación, al menos, parcial de las funciones
dañadas, pero en este caso, ocurre en un sentido desfavorable.