Ejercicio Ejercicio

Si consideramos el organismo como un todo, entenderemos por qué el ejercicio es tan beneficioso.

Fuente: theconversation.com

Tendemos a considerar al organismo como un sistema compartimentado. Si tenemos un problema en el hígado, focalizamos en el hígado, y si es en el riñón, pues en el riñón. Pero nuestro cuerpo no funciona así: todo está interconectado. Por eso, un problema de riñón puede acabar agravando una cardiopatía, o un problema hepático provocar una isquemia cerebral.

En el envejecimiento en concreto, los complejos equilibrios corporales se encuentran en una situación muy precaria. Cuando hacemos ejercicio, sometemos a nuestro cuerpo a un estrés moderado, ya que obligamos a las células a aumentar el gasto energético. Eso implica movilizar nutrientes, que deben pasar desde los almacenes a los músculos. 

El proceso de ejercitar

A todos los cambios fisiológicos necesarios para hacer frente a este estrés moderado se los conoce como hormesis. En el proceso de hormesis, los músculos liberan sustancias que informan al resto de los órganos acerca de que aumenta la demanda energética. Estas sustancias reciben el nombre de mioquinas, y se liberan a la sangre, que las distribuye al resto de los órganos. Algunas de esas mioquinas alcanzan el cerebro y allí inducen la expresión de genes y proteínas que aumentan la capacidad de las neuronas para establecer nuevas conexiones o reforzar las ya existentes.

Una de esas mioquinas es la denominada BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro, por sus siglas en inglés), esencial para que las neuronas establezcan conexiones y así se mantengan activas. De esta manera tan simple podemos explicar por qué el ejercicio físico mantiene el volumen cerebral durante el envejecimiento.

Por otro lado, el ejercicio físico también incrementa el flujo sanguíneo y la oxigenación, lo que repercute positivamente en la actividad cerebral también en personas mayores. Asimismo, otros estudios han demostrado que el ejercicio físico moderado tiene efectos antiinflamatorios que pueden beneficiar al cerebro y reducir así la progresión del alzhéimer o la demencia senil.

Las evidencias científicas, tanto directas como indirectas, dejan claro que practicar actividad física también al envejecer ayuda a prevenir la degeneración del cerebro, lo que da todo el sentido a la frase Mens sana in corpore sano. Más nos vale evitar la inactividad y el sedentarismo si queremos añadir vida a los años y no solo años a la vida. 

Elegí tu puntuación
Dejá tu comentario