Estrés Estrés

Hay determinados momentos de la vida en los que el organismo se ve sobrepasado y sobrerreacciona con episodios extremos.

Cada inicio de año supone un nuevo comienzo, luego de los doce intensos meses previos. Así, en momentos en los que para muchos pueden ser de relajo o de menor carga de trabajo, lo cierto es que nuestro sistema nervioso nos hace un llamado de atención cuando hemos estado, especialmente, sobrepasados y de forma permanente. La exposición a estresores cotidianos crónicos como son el exceso de trabajo y responsabilidades, las dificultades económicas, el miedo a la delincuencia, etc., pueden aumentar los niveles de ansiedad. Eso provoca que se presenten más estados de angustia y preocupación, que no se logre un buen descanso o que el sueño se interrumpa varias veces durante la noche y no se pueda descansar bien. Estos niveles altos de ansiedad pueden hacer que el sistema de alarma se active en ausencia de un peligro real, y aparezca lo que se ha denominado “ataque de pánico”. Es importante dejar de pensar obsesivamente en los problemas que lo afligen. Pase más tiempo con amigos y familiares empáticos. O únase a un grupo de personas en un voluntariado. La idea es obtener apoyo emocional y práctico.

 Ataque de ansiedad, intensos e inesperados

En este sentido, las crisis de pánico se constituyen sobre la base de una angustia y miedo demasiado intensos, los que se presentan de forma inesperada, y causados por la ruptura o inutilización de las herramientas de manejo del estrés que cada persona posee para resolver sus problemas: el humor, la energía física y mental, la motivación, las relaciones nutricias. Esto se acompaña de manifestaciones que pueden ser muy intensas. Ocurre de forma muy rápida y tiene una duración corta. Suele alcanzar su intensidad máxima entre los siete y 10 minutos, y después remite. Al respecto, se pueden diferenciar dos tipos de síntomas:

• Síntomas físicos: Taquicardia, sudoración anormal, náuseas, mareos, escalofríos, falta de respiración al hablar, ahogo, ojos lagrimosos y llanto.

Síntomas psicológicos: El más común es el miedo a volverse loco o a perder el control. También existe el miedo a morir.

Cuando ya está ocurriendo, la recomendación es desviar la atención de los síntomas. Primeramente, intentar romper la crisis por medio de la toma de conciencia del propio cuerpo, respirando hondo por la nariz y exhalando el aire por la nariz. Otras acciones recomendadas: tomar un objeto frío como un trozo de hielo o cubrirse la cara con hielo o comenzar a contar uno a uno los objetos que se encuentran en el entorno. Si se nota que una persona que comienza a sentir los síntomas descritos, lo importante es contenerla/o, hacerla sentir que está acompañada, ser gentiles y empáticos con el proceso y permitirle que se conecte al momento presente. En caso de persistir los síntomas y/o presentar dolor al pecho, pérdida de sensibilidad o sensación de pérdida de control, se recomienda acompañarla/o a un centro asistencial.

Para prevenir las crisis de pánico, se recomienda principalmente llevar a cabo de forma cotidiana ejercicios o actividades que ayuden a relajarnos, a concentrarnos en el momento en el que estamos, en el presente y en todo lo que nos rodea, hacer actividades de ocio, gratificantes; es decir, todo aquello que ayude a rebajar los niveles de ansiedad que sufrimos en nuestra vida cotidiana.  

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