Problemas Problemas

La forma en la que el cerebro procesa la información puede hacer que se generen problemas.

Al parecer, el cerebro humano tiene una forma muy peculiar de procesar la información, de forma que, cuando algo empieza a darse con poca frecuencia, acabamos encontrándolo por todas partes. Imaginemos una patrulla vecinal conformada por voluntarios que llaman a la policía en cuanto ven algo sospechoso. A esa patrulla se une un nuevo voluntario para ayudar a reducir la delincuencia en la zona y, nada más empezar la ronda, da un aviso ante varios indicios de un delito grave, como pueden ser un asalto o un robo. Supongamos que su labor ayuda y que, con el tiempo, los asaltos y los robos desaparecen casi por completo del vecindario. ¿Cómo actuará ese voluntario en adelante? Por un lado, puede que la patrulla se relaje y deje de avisar a la policía. Después de todo, los delitos graves ya no son algo de lo que preocuparse. Pero, al igual que lo intuyó nuestro grupo de investigación, uno también podría plantearse que la mayoría de los voluntarios en este contexto no bajaría la guardia simplemente porque la delincuencia hubiese disminuido. Más bien, estos empezarían a considerar sospechosas muchas de las situaciones a las que anteriormente, cuando el nivel de delincuencia era mayor, no les habrían dado importancia. Situaciones como imprudencias peatonales o gente merodeando por la noche. Es fácil imaginar una multitud de escenarios similares en los que los problemas nunca parecen desaparecer y ello se debe a que las personas nunca dejamos de cambiar la forma en la que los definimos. Esto suele denominarse “deslizamiento de concepto”, o “subida de la vara” (como en el salto en alto), y puede llegar a ser una experiencia muy frustrante. ¿Cómo puede alguien saber si está progresando en la resolución de un problema si no deja de redefinir las condiciones de esa resolución? 

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