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A veces, debemos poner de nuestra parte para evitar que se atrofien las funciones del cerebro.

Quizá requiera un poco más de esfuerzo conservar la memoria a medida que envejecemos, pero las capacidades para recordar no disminuyen. Innumerables investigaciones científicas han demostrado que el cerebro tiene la increíble habilidad de adaptarse y cambiar, incluso durante la vejez: esta cualidad se conoce con el nombre de plasticidad. Más importante que el número de neuronas que tiene el cerebro, son las conexiones que existen entre ellas. Pareciera que mientras las neuronas se comunican entre sí, continuamente se forman nuevas sinapsis y se desechan otras. Muchos expertos creen que esta actividad sináptica continua constituye la memoria y es por eso que es tan importante la insistencia en poner a prueba el cerebro realizando nuevas actividades.

¿Falla de la memoria o sobrecarga?

El dicho “lo que no se usa, se atrofia” se aplica en este caso con toda razón: para forjar esas conexiones y fortalecer la sinapsis, el cerebro necesita estar activo. Usted siempre pierde las llaves, se olvida de las claves de sus cuentas o se le hace una laguna cuando quiere recordar el nombre de su vecino. Todos experimentamos esas situaciones y nos preguntamos qué nos está sucediendo. Sin embargo, las investigaciones sugieren que mucho de lo que suponemos son problemas de memoria, son en realidad el resultado de una sobreexigencia mental. Sobrecargamos el cerebro con un cúmulo de información adicional, como atender llamadas, responder correos electrónicos o estar atentos a las demandas de nuestra familia o amigos. Estas exigencias diversas pueden producir estrés y, en consecuencia, insomnio, lo que resulta contraproducente para la memoria. Las investigaciones sobre el tema sugieren que los ejercicios de relajación ayudan a despejar la mente. 

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