Aprenda unos simples trucos para aprovechar al máximo los lavados en el lavarropas y optimizar su uso.

Antes de comenzar, divida las prendas. Tenga a mano distintos canastos; separe la ropa blanca de la de color, y los tonos claros de los más oscuros o fuertes para impedir que destiñan. Los canastos deberían ser blancos y de colores conforme con las prendas, o distinguirse sobre la base de la clase de tejido.

Seleccione un programa más largo y agua tibia para la ropa de algodón, de cama e interior. Las telas más pesadas y tonos oscuros requieren una temperatura más baja y un lavado corto para evitar que encojan o pierdan color. Los tejidos que no requieren planchado deben lavarse juntos y en cargas más pequeñas para prevenir arrugas.

Al dividir la ropa, controle cada prenda cuidadosamente. Verifique los bolsillos para retirar objetos como lápices, lápiz de labios o lapiceras que puedan ocasionar manchas permanentes. Extraiga los objetos filosos, como limas de uñas o alfileres, ya que podrían dañar la tela. Sacuda la suciedad superficial y pelusa. Quite los prendedores y todo tipo de adornos, hombreras y cinturones, suba las cremalleras y trabe los ganchos. Ate las cintas para que no se desprendan; enmiende las costuras rotas, bordes deshilachados o hilos sueltos antes de introducir las prendas en la máquina. Al tratar previamente las manchas evitará repetir el lavado.

Los restos de pelusa no son otra cosa que pequeñas fibras desprendidas por el uso o lavados. Si desea evitarlas, divida su vestimenta según el tipo de tejido. Algunos, como la tela de toalla y el tejido de chenilla, son más propensos a generarla, por lo cual es aconsejable lavar estos artículos por separado y no mezclarlos con pana o poliéster.

Procure no sobrecargar la máquina para que las prendas no se rocen entre sí. Vierta suficiente jabón a fin de despegar la pelusa. Los suavizantes y secantes reducen la estática.

Los jabones pueden ser líquidos o en polvo; ambos remueven y disuelven la suciedad, que queda flotando en el agua. Este tipo de productos actúa en conjunción con la lavadora, por lo que es fundamental elegir el más conveniente para su máquina. Los jabones comunes sirven para la mayoría de las lavadoras de carga superior, pero si se trata de un artefacto que posea la carga de manera frontal, lo ideal es alguno para tambor giratorio. El uso de los jabones en polvo está más extendido, posiblemente porque remueven con mayor eficacia los restos de tierra y barro, dos enemigos habituales del lavado. Asimismo, resultan mejores que los líquidos en combinación con agua pesada y son más efectivos para quitar las manchas de óxido.

Si bien la mayoría incluye una cuchara dosificadora adecuada para una carga, el tamaño de ésta se basa en una medida promedio, que se respeta sólo eventualmente. No se fíe del dosificador sino de la magnitud de la carga, el grado de suciedad de las prendas y la cantidad de agua. Incluso la dureza del agua influye en la proporción de jabón empleado. Como norma general, si la ropa se encuentra demasiado sucia, la carga es excesiva o el agua pesada, representa un inconveniente en la zona donde vive, deberá en ese caso, incorporar más detergente.

Por el contrario, si la carga es mínima o la ropa no presenta demasiadas manchas, reduzca la porción. Vierta el detergente antes de colocar la ropa: se disolverá más rápido y obtendrá mejores resultados.

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