Conozca las numerosas formas en las que el ejercicio es
bueno para el cerebro.
Fuente: theconversation.com
Mens sana in corpore sano. A menudo usamos esta cita para
reivindicar el efecto beneficioso de la actividad física en las capacidades
mentales. En realidad, la frase apareció en la Sátira X escrita por el cómico romano
Juvenal allá por el siglo II y era más extensa: indicaba que había que orar
para disponer de un espíritu sano en un cuerpo sano (Orandum est ut sit mens
sana in corpore sano).
¿Pero es cierto eso de que mantener el cuerpo sano,
equilibrado y ejercitado ayuda a mantener las capacidades del cerebro? Pues
sí, y hay muchas evidencias científicas que lo demuestran, especialmente, en lo
que se refiere al envejecimiento.
El cerebro pierde volumen durante el envejecimiento
A medida que cumplimos años, los tejidos y los órganos se
degeneran. La capacidad de mantener la funcionalidad de las células va
disminuyendo, y eso se acompaña de una pérdida de tejido.
En el cerebro también ocurre, con la consiguiente neurodegeneración
o pérdida de neuronas. Ya sea en patologías como la enfermedad de Alzheimer
o en la pérdida de funcionalidad debida al envejecimiento, en el cerebro
ocurren diferentes cambios asociados a la pérdida de función.
Entre ellos, adelgazamiento de la zona cortical, pérdida de
tejido gris (cuerpos neuronales) y blanco (conducciones nerviosas); aumento del
volumen de los ventrículos (huecos dentro del cerebro donde está el líquido cefalorraquídeo)
y disminución de neuronas en diferentes zonas, especialmente, en el hipocampo.
En un estudio longitudinal, en el que participan centenares
de voluntarios desde hace años —el estudio Baltimore—, se ha demostrado que la
reducción en la capacidad metabólica asociada al envejecimiento se relaciona
con el aumento del volumen del ventrículo cerebral (el espacio “hueco” del
cerebro). Y eso lleva a un aumento de la neurodegeneración y de la atrofia del
órgano pensante.
Si reducir la capacidad metabólica implica pérdida de
volumen cerebral, podemos deducir que una mejor utilización de la energía
mediante la práctica del ejercicio podría ralentizar la pérdida de tejido en el
cerebro.
Más ejercicio, más memoria
¿Es así? Responder a esta pregunta no es sencillo. Sobre
todo, porque uno de los principales escollos con los que nos encontramos a la
hora de determinar el efecto de cualquier intervención en el cerebro es la imposibilidad
práctica de comprobar rápidamente sus consecuencias.
El cerebro no es como la sangre o el músculo, que
rápidamente muestran una respuesta medible con facilidad y de manera directa o
a partir de componentes sanguíneos. Lo bueno es que la llegada de métodos
de imagen cada vez más fiables está permitiendo detectar algunas modificaciones
estructurales en ciertas zonas del cerebro.
Hace ya tiempo que tenemos indicios de que la práctica de
ejercicio físico mejora la capacidad cognitiva e incrementa el tamaño de
determinadas áreas del cerebro, especialmente, de las relacionadas con la
memoria.
Por ejemplo, en 2011, se publicó un artículo en la revista
científica PNAS, donde se indicaba que el ejercicio físico aumentaba el
volumen del hipocampo, la sección del cerebro donde reside la memoria. En
otros estudios con personas mayores se demostró que el ejercicio físico también
prevenía la pérdida de volumen en esta zona del cerebro.
Por otro lado, la práctica de ejercicio físico controlado en
una población de personas mayores ha sacado a la luz que existe una correlación
positiva entre el ejercicio físico y la cantidad de sustancia gris en otras
zonas del cerebro sensibles a la degeneración asociada con el envejecimiento.