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Aunque no lo crea, además de ser beneficioso para el cuerpo, caminar estimula el cerebro.

Si un presidente, un legendario filósofo y uno de los autores con más libros vendidos de todos los tiempos le atribuyeran su éxito al mismo secreto, ¿trataría de hacer lo mismo? ¿Qué sucedería si el secreto fuera algo que ya sabe hacer? De hecho, probablemente lo haga todos los días. Esto es lo que Friedrich Nietzsche escribió: “Solo aquellas ideas que llegan después de dar una caminata valen la pena”. Thomas Jefferson: “Caminar es el mejor ejercicio posible. Convierta en un hábito el caminar largas distancias”. Y Charles Dickens dio su opinión con una brevedad poco característica: “Si no pudiera caminar distancias largas y hacerlo con rapidez, creo que explotaría y perecería”.

Caminar, mejor al aire libre

¿Aún está ahí leyendo esto? ¡Póngase en marcha! No fueron únicamente esas tres mentes brillantes quienes se pronunciaron a favor de esta actividad como un excelente potenciador de la creatividad. Los investigadores han rastreado un gran número de conexiones entre caminar y la generación de ideas. En un estudio realizado en la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, se descubrió que los participantes eran 81 % más creativos cuando caminaban que cuando permanecían sentados. De acuerdo con dicho estudio, caminar al aire libre —en comparación con hacerlo en una caminadora— genera las analogías más innovadoras y de mayor calidad en aquellos participantes que caminaban y posteriormente se sentaban a desarrollar algún trabajo creativo. El aspecto del movimiento en el acto de caminar obviamente es clave. Probablemente ha escuchado la frase “Ejercite su creatividad”, la cual hace referencia a que el cerebro es un músculo. Nuestra actitud creativa se activa a través del movimiento físico, que es exactamente por lo que caminar —con su perro, con un amigo o solo— alimenta el pensamiento creativo. Sin embargo, el escenario es casi tan importante como la actividad física. La Encuesta Nacional de Patrones de la Actividad Humana (National Human Activity Pattern Survey) reveló que los estadounidenses pasan el 87 % de su tiempo en espacios cerrados; al estar adentro, uno es más propenso a estancarse, la antítesis de la energía, y sin esta, no puede cuestionarse o crear cosas nuevas. 

Caminar cambia la perspectiva

Cambiar su rutina por medio de una caminata puede ser un catalizador para obtener una perspectiva diferente frente a los problemas o con respecto a algún proyecto. Con el solo hecho de dar una vuelta, está saliendo de su entorno habitual y de su zona de confort, lo cual es necesario si quiere abrir su mente a nuevas posibilidades. Puede caminar por un barrio lleno de árboles, pasear en un parque y observar a las personas que andan por ahí o simplemente escuchar a las aves cantar. Incluso al andar por una calle muy transitada no puede evitar distraerse con el dulce olor a canela que flota en el aire desde algún café o viendo al niño que apunta con el dedo hacia un edificio que ni siquiera había notado que estaba ahí antes. Nuestros cerebros trabajan más duro para procesar los diferentes ambientes, por lo que caminar al aire libre fomenta nuestra habilidad para crear nuevas ideas, contemplar paisajes, asimilar sonidos, olores y sabores nuevos. Un ejemplo de ello es el Shinrin-yoku, o “baño forestal”, es una forma de medicina y relajación japonesas que se desarrolló en 1982. Los estudios demuestran que estar en un bosque y caminar entre los árboles baja los niveles de estrés. Los efectos son tan poderosos que el Shinrin-yoku actualmente se ha convertido en una política respaldada por el gobierno de Japón. Pero no tiene que vivir cerca de un bosque para recibir los beneficios psicológicos, ya que las investigaciones han mostrado que adentrarse en la naturaleza y la correspondiente desconexión de los medios de comunicación y de la tecnología, incrementaron el desempeño que tuvo un grupo de excursionistas en una tarea de resolución creativa de problemas. 

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