Ojo vago Ojo vago

Esta enfermedad que afecta a los niños debe detectarse en etapas tempranas para evitar problemas.

Fuente: Salud a Diario

Cerca de 2.200 millones de personas sufren deficiencia visual o ceguera, de acuerdo con el Informe Mundial de la Visión, publicado en 2019 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cual establece además que mil millones de casos pudieron evitarse con diagnósticos y tratamientos oportunos. En nuestro país, 80 mil pacientes padecen esta condición, según la Sociedad Chilena de Oftalmología. Un problema que ha estado lejos de revertirse durante la pandemia por SARS-CoV-2, debido a las restricciones de movilidad, cambios de hábitos y disminución de controles preventivos.

Falta de concentración

A nivel mundial se estima que 150 millones de niñas y niños sufren algún tipo de discapacidad, lo que refuerza la urgencia de aumentar la pesquisa de enfermedades como la ambliopía, cuya prevalencia alcanza entre 2 % y 3 % en este grupo etario en nuestro país. La ambliopía, coloquialmente identificada como “ojo vago, perezoso o flojo”, consiste en la disminución de la agudeza visual de uno de los ojos o de ambos por falta de uso durante el período de aprendizaje visual, período que va entre los cero y nueve años de edad. El desafío del diagnóstico precoz y prevención es complejo, por lo cual es necesario enfatizar en dos estrategias para abordarlo de forma más eficiente: mayor capacidad diagnóstica y una comunidad sensibilizada en torno a sus consecuencias. La ambliopía sin terapia puede conducir a una discapacidad visual severa. Sin embargo, detectada a tiempo, no deja secuelas. Es la causa más frecuente de visión monocular en adultos. Cuando esta enfermedad se presenta en un solo ojo, la sintomatología puede ser inexistente y el desconocimiento del niño conduce a una adaptación riesgosa, ya que el cerebro procesa solo las imágenes ojo afectado. Dado que puede ser completamente asintomática, el rol de padres y madres, familiares y educadores es fundamental para distinguir en los niños y niñas signos sospechosos como un acercamiento excesivo a los objetos o falta de concentración en clases. Estrabismo, astigmatismo, hipermetropía, miopía, anisometropía, catarata congénita, opacidad en la córnea y ptosis severa (o párpado caído) están dentro de sus principales causas, generando cuadros que pueden ser uni o bilaterales. Es decir, cualquier patología que interfiera en la percepción de una imagen correcta de los estímulos visuales en el cerebro, puede producir ambliopía.

Cuándo buscar la enfermedad

Lo ideal es realizar una pesquisa de esta enfermedad a los cuatro años de edad o menos, porque de esa forma el niño tiene todas las posibilidades de rehabilitarse y recuperar la capacidad de ver correctamente con cada ojo por separado y también observar en tres dimensiones. Si esto no se concreta, en la medida que vaya creciendo disminuirá paulatinamente esta opción. La ambliopía representa la principal causa de visión monocular en la adultez, sin oportunidad de resolverse con cirugía refractiva. La recomendación general es que a todos los niños y niñas, aparentemente sanos, se les practique un examen oftalmológico a los cuatro años. Los oftalmólogos cuentan con todas las herramientas necesarias para diagnosticar las enfermedades de forma precoz, incluso en recién nacidos, sin la necesidad de que el paciente crezca para responder las preguntas del especialista. Jamás se debe retrasar la consulta por ese motivo. Existe mayor riesgo de presentar esta condición de enfermedad en los niños y niñas prematuros, también aquellos que tienen enfermedades genéticas y en los casos con antecedentes familiares de patologías oculares. Su detección temprana y tratamiento oportuno corregirán la mala visión y evitarán consecuencias más serias. Si no se diagnostica a tiempo, puede llegar a ser irreversible, llevando a una limitación muy importante de la agudeza visual y, consecuentemente, en la calidad de vida. El examen clínico oftalmológico, que incluye evaluación de fondo de ojo, polo anterior y refracción, es suficiente para determinar si el menor de edad requiere de un abordaje inmediato. Si un paciente padece ambliopía significa que neurológicamente no desarrolló la capacidad de ver. Por lo tanto, el manejo indicado es cubrir el ojo sano con un parche para estimular y reeducar la visión del ojo enfermo. Es lo que llamamos tratamiento pleóptico, es decir, tapamos el ojo sano para que el afectado desarrolle mejor visión, a través de un eje visual libre y con corrección óptica adecuada. La mejoría se logra gracias a la neuroplasticidad, que es clave en los primeros nueve años de vida. Durante la pandemia la sobreutilización de pantallas a corta distancia, la baja exposición a la luz natural, la menor actividad física, la alteración de la dieta con aumento en la ingesta de carbohidratos procesados y la poca higiene del sueño son factores que determinan que los niños sean más miopes, condición que puede provocar ambliopía. Tenemos una epidemia de miopía y eso es muy preocupante. Si la miopía sobrepasa un umbral de magnitud mayor a 6 dioptrías (alta miopía), los afectados tienen muchas más posibilidades de sufrir un desprendimiento de retina en su vida. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, más de 50% de la población padecerá esta condición en 2050 y de ellos 10% serán altos miopes. La forma de evitarla es que los niños y niñas estén en ambientes con luz natural, por lo menos dos horas al día, hacer ejercicio al aire libre al menos tres horas a la semana, llevar una dieta libre de carbohidratos procesados y dormir nueve horas. Es fundamental tomar conciencia sobre este problema y retomar los controles suspendidos durante la pandemia.

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