Piernas con várices Piernas con várices

Un cirujano vascular revela cuándo es el momento de consultar por várices, ya que no son solo una cuestión de estética.

Cuando un paciente tiene várices debería ir directamente a ver a un cirujano vascular. Por lo tanto, una persona puede visitar al médico general para que le indique las medidas fundamentales (bajar de peso, ejercicio, piernas en alto, uso de medias compresivas) y que le pida una ecografía doppler, que es la que se usa para evaluar la congestión venosa en las piernas, y ahí derivarlo a un cirujano vascular. El tener várices puede conducir a tres cosas que no son muy frecuentes.

1. Varicoflebitis: cuando se inflama una vena varicosa que puede llevar a una tromboflebitis varicosa, que son muy dolorosas, pero no de alta gravedad.

2. Ulcera varicosa en la pierna.

3. Varicorragia: es el sangrado de una vena varicosa, que es muy frecuente en pacientes de tercera y cuarta edad, porque la piel se va adelgazando. En este caso, hay que poner el pie en alto y poner un vendaje.

El principal motivo de que haya que operar a alguien de una várice es que presente alguna de estas tres complicaciones: varicoflebitis, varicorragia o una úlcera varicosa, pero no es una cirugía de urgencia. La cirugía de várices siempre se puede programar. 

¿Qué tipos de tratamientos contra las várices existen?

Para un paciente activo y sin enfermedades asociadas, portador de várices, está demostrado que la cirugía reduce no solo los riesgos de complicaciones vinculadas a esta enfermedad, sino que también detiene su progresión y mejora los síntomas. Los tratamientos quirúrgicos son eficaces y se realizan para corregir el reflujo en todos los sitios en que el sistema venoso, sobre todo de las piernas, funciona de manera adecuada. Existen dos modalidades quirúrgicas: la tradicional y la endoablación (que a su vez puede ser térmica o química). Ambas dicen relación con cómo se trata la vena principal que está afectada, denominada safena interna y/o externa. La cirugía tradicional de várices se caracteriza por hacer una incisión en la ingle, de tres a cinco centímetros, para luego buscar la vena principal y, con ayuda de un dispositivo que se introduce por la vena, extraerla por dentro del muslo hasta bajo la rodilla. Como resultado, además de extraer la vena, también se producen hematomas en la cara interna del muslo. Por otro lado, la endoablación puede ser de tipo térmico con láser o radiofrecuencia, o un sellante químico. Este tipo de cirugía permite puncionar la vena principal en alguna zona bajo la rodilla (generalmente tobillo) y ascender por dentro de esta con el dispositivo, el que luego se enciende (térmico) o se libera (químico), y se retira sellándola por dentro. Este es un procedimiento menos invasivo y conlleva menos hematomas. Además, si existen colaterales visibles, estas se pueden extraer por mini incisiones mediante cualquiera de las técnicas anteriores.

Todas las cirugías buscan eliminar la vena principal; por lo tanto, la elección de la técnica depende de las características generales de cada paciente (comorbilidades, edad, reoperación, etc.) y el objetivo de la cirugía (ya sea este por salud o por estética). Si el objetivo es médico, muchas veces es suficiente con tratar el tronco principal y considerar las características del posoperatorio, dado que la cirugía tradicional generalmente es más dolorosa y algo más larga la recuperación en comparación a la endoablación. 

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