¿Sabía que las grasas no son el mayor enemigo de una alimentación sana? Los culpables son los ultraprocesados, esos alimentos adictivos como una droga.

Desde la década del setenta, los médicos más destacados han atacado la grasa en la dieta por ser la causa principal de la obesidad, las enfermedades cardíacas y otras dolencias y afecciones crónicas comunes. Por ello, dos generaciones de seres humanos están convencidas de que una dietasaludable incluye la menor cantidad de grasa posible.

¿Qué daños causan los alimentos procesados?

No es coincidencia que desde que cambiamos nuestra dieta hacia un modelo bajo en grasas, nuestra salud se ha deteriorado gravemente. Hoy, mil millones de adultos alrededor del mundo sufren sobrepeso, y 300 millones de ellos son obesos (lo que significa que tienen tanto sobrepeso que se considera que sufren una afección médica formal). Como resultado, las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en estos países.

Pero dejemos de lado el panorama general y enfoquémonos en nosotros como individuos. Si nos alimentamos de la manera en la que la industria nos lleva a hacerlo, nos sentiremos hinchados después de las comidas. Nuestros niveles de energía se elevarán bruscamente y luego se desplomarán. Con el tiempo, nuestra presión arterial aumentará y nuestra cintura se agrandará. El sistema inmunológico se debilitará, lo que nos hará vulnerables a infecciones, alergias, resfríos y a la gripe. Es así de simple, una dieta poco saludable es la puerta de entrada para una salud endeble. Y demasiada gente lucha a diario con su salud.

Esto es lo que han causado nuestros hábitos alimentarios actuales. Es momento de decir lo que realmente son: peligrosos, anticuados e inválidos. Entonces, ¿cómo deberíamos comer para gozar de buena salud? Los alimentos grasos no son la causa principal de la epidemia triple de obesidad, enfermedades cardíacas y diabetes. ¿El mayor culpable? Los carbohidratos refinados y los endulzantes. El azúcar, el pan blanco, la miel, las tortas, las galletitas, las facturas y otros carbohidratos refinados son los mayores colaboradores en nuestra epidemia de obesidad y, por lo tanto, contribuyen también a los índices cada vez más altos de enfermedades cardíacas y diabetes en la actualidad.

El camino hacia una alimentación saludable

Esta es la segunda parte de las nuevas e innovadoras ideas sobre la salud, que podrían cambiar la forma en la que comeremos a partir de ahora. Sí, lo sabemos: escuchar que el azúcar y los carbohidratos son los demonios en nuestra dieta tal vez no suene demasiado innovador. Pero piense en cómo comemos. Un tazón de cereal endulzado o una factura a la mañana; un sándwich y papas fritas o galletas saladas en el almuerzo; mucha pasta, papas o arroz en la cena; y entremedio, una impactante cantidad de dulces, ya sea en forma de gaseosas, golosinas, galletitas, tortas o helado. Nuestra dieta hoy en día es dulce y sabrosa. Pero también es mortalmente adictiva.

Al mismo tiempo que el mundo de la medicina hallaba pruebas sobre el papel negativo de las grasas saturadas en nuestra dieta, la industria alimenticia descubría nuestro deseo innato por la sal y el azúcar. Y respondieron a ello al llenar los alimentos procesados (incluso aquellos que supuestamente son productos saludables bajos en grasas) con cantidades abrumadoras e insalubres de estas sustancias. Como resultado, nuestras dietas pasaron de contener alimentos grasos, a alimentos salados y dulces. Algunas décadas después, vivimos en un mundo donde la salsa enlatada puede tener más azúcar por porción que un helado de vainilla. Y donde es posible obtener más sal del cereal del desayuno que de una porción de papas fritas.

Pero estas nuevas ideas sobre los alimentos incluyen algo más que la química del cuerpo. En especial, esta impresionante agresión a nuestras papilas gustativas por parte de la industria alimenticia surte el efecto secundario peligroso de hacernos desear cada vez más y más comida.

Hoy en día, la mayoría de nosotros vive en una montaña rusa de sabores, ya que comemos algo maravillosamente dulce, y de inmediato queremos contrarrestarlo con algo salado. Después de esto, creemos que algo con un toque de azúcar finalmente terminará de saciarnos. Y luego, ¿no sería agradable comer una bolsa de papas fritas? Acompañadas de una gaseosa, claro está. Y así sucesivamente.

Cuando la sal y el azúcar alcanzan niveles críticos en el mismo alimento, la combinación estimula sensores de satisfacción en nuestro cerebro que son similares a los que se activan en los adictos cuando consumen una dosis de su droga. Piense en eso: el sándwich del local de comidas rápidas que come en el desayuno es como una droga. ¿Desde cuándo se volvió una buena idea convertir la comida en una sustancia adictiva?

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